miércoles, 10 de junio de 2020

CON BELARMINO VILLARROSA E. CUENTOS DE LA TROJA DOS. JUAN JOSÉ BOCARANDA E








0.1.CONTACTO CON BELARMINO VILLARROSA ESPARZA

Yo creo que este mundo es tan infeliz porque no se reconoce a los niños, desde los primeros años, el derecho a la libertad. Libertad para escoger su futuro.

Cuál no sería mi sorpresa cuando, guiándome por la fotografía de la talla, ubiqué al autor a través de Internet. De inmediato me comuniqué con él, Belarmino Villarrosa Esparza.

Son palabras desgastadas -me dijo-aquéllas de que “el dinero no es lo más importante en la vida. Tampoco las posesiones, los cargos o los títulos…” Pero, estas frases han sido carne y sangre de mi vida real. Podría decir que con mi sufrimiento, con mi pasión, con mis angustias y necesidades, fui yo quien las creó y que antes de que yo viniera a la vida, no existían.
Con ello quiero decir que mi dedicación al arte, específicamente, al tallado de madera, no fue algo que me facilitaran mis padres ni mis demás familiares, ni mucho menos, aun cuando desde muy niño, algo me decía que en este quehacer, hoy sagrado para mí, estarían el futuro entero de mi vida y mi razón de ser.
Mis padres, extremadamente tradicionalistas, eran de aquéllos que se creen con derecho a amarrarles el futuro a los hijos, aunque les acarreen una vida infeliz. Desde muy temprano me fueron sembrando la idea de que yo debía ser doctor. Pero, a mí no me interesaba en absoluto. Y esto me generó problemas sin fin, como ser castigado de mil maneras y privado de alimento casi hasta el borde de la muerte. Pero, no cedí. Porque yo sabía que mi vocación era el arte y que, si no seguía este camino, sería desdichado.
Yo creo que este mundo es tan infeliz porque no se reconoce a los niños, desde los primeros años, el derecho a la libertad. Libertad para escoger su futuro, que se va insinuando con pequeños, muy pequeños detalles. Como en mi caso. Nacido en el campo, me iba al bosque cercano, recogía pequeños troncos de los árboles, y aun a riesgo de herirme con la navaja de mi padre, que desconocía estas andanzas, me abocaba a mis primeros intentos de tallar la madera. Cuando mis padres descubrieron mis secretos, porque tuvieron en sus manos mis tallas primitivas, debieron haber actuado con inteligencia y cordura, y facilitarme el desarrollo de esas inclinaciones. Pero, todo lo contrario. Comenzó el acoso, hasta el punto de que pensé en fugarme de la casa. No lo hice, única y exclusivamente, por amor a mi madre.
Mi vocación se acentuó a medida que me compenetraba la alegría cuando realizaba mis tallas, que ocultaba en el granero. Hasta que un día cometí el error de permitir que las vieran mis amigos…Eso fue el acabóse. Mi padre me llevó a un internado.
Sin embargo, allí sucedió algo paradójico. En el internado, regido por sacerdotes, hubo uno que se admiró cuando daba el toque final a una pequeña imagen de San Isidro el Labrador, patrono del pueblo. El padre logró no sólo que la aceptaran los demás sacerdotes, sino también que fuera colocada en la iglesia, en el altar mayor, al lado de la imagen grande del patrono.
Me sentí contento, muy contento. Pues de eso se trata en la vida. ¿Para qué una vida de sufrimiento, de angustia, de tortura, forzando una vocación que no se tiene? Y nada que lo haga a uno más feliz que realizar lo que a uno le agrada. Porque lo concentra, lo enfila, lo ilumina.
Que otros –a los que eso les agrada- sean doctores, filósofos, abogados, médicos, matemáticos. A mí, déjenme tranquilo, que con mi arte soy dichoso. Y eso me anima, me ilustra y me inspira en forma escalonada, creciente.
No me preocupa el dinero. Si viene, viene. Y si alguna vez viene poco, pues hay que ajustarse. Pero, primero, sentirse bien y con aquella alegría interna que los  dedicados al arte podemos definir.
Claro. Para escoger este camino, se necesita la inclinación y, luego, el carácter, la firmeza, para no permitir que alguien te desvíe de ese propósito esencial para tí, para tu alegría interior.
¿El prestigio? Es algo que no te quita el sueño. Si viene, viene. Y muchas veces viene por sí solo, en la medida en que hagas las cosas con amor, con dedicación, con entusiasmo.
La talla que Ud. compró y de la cual me ha enviado una foto, ciertamente yo la creé. La concebí como expresión de mi propio ser, de mi propia vida. Es como un retrato, como un reflejo mío. Porque he tenido mucho de Quijote y un poquito de Cervantes, pues escribo.
-¡Ah! ¿También es escritor?
-Escribo, no con pluma y papel, sino con madera y sentimiento. Eso es una forma de escribir. ¿O no?

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