Delirio de grandeza
EL HOMBRE QUE SE CREÌA TODOPODEROSO
Juan Josè Bocaranda E
Vistiendo ropas estrafalarias y coronado por un sombrero descomunal, que
parecía un ave negra presta a lanzarse en vuelo, un hombre llegó a un pueblo
despertando el amanecer con ruidos de potes, tambores y cornetas.
Alarmados, todos los habitantes salieron a la calle y lo rodearon en la
plaza, dispuestos a escucharle, no sin miedo.
Con grandes voces, dijo:
- “Ha sido revelado mi destino. Mi
nombre, al pasar los días, se asociarà con algo portentoso y tremendo: con el
recuerdo de una crisis como la que jamàs ha tenido lugar sobre la Tierra. Serà
la màs alta colisión de las consciencias.
Debido a la fuerza de mi pensamiento habrá
disensiones y enfrenamientos a sangre y fuego en toda la Tierra.
No soy un hombre: soy dinamita”…
Las personas se miraban entre sì, como
preguntando quièn era èse que había irrumpido sin invitación y que hablaba como
si fuese un viejo conocido. Pero èl, proseguía, como un demente:
-“El ansia de poder todo lo justifica…Si
hubiera dioses, yo sería uno de ellos.
En otros tiempos el crimen contra Dios era el
mayor pecado. Pero Dios ha muerto y con èl han fenecido tales delitos…
Soy el primer inmoralista, y digo que debe
implantarse para siempre la moral de la gente importante. Hay que eliminar del
universo y borrar de las conciencias las nociones de piedad, amor y compasiòn.
Los hombres superiores deberán declarar la
guerra contra la gente corriente e insignificante como ustedes”.
Y, como alguien que tuviese quemada el alma
por la locura y obnubilado el seso por la sed de omnipotencia y el delirio de grandeza, se desatò en un largo
discurso en pro de la discriminación, de la guerra, de la masacre, del dolor,
del exterminio. Y gritò, gritò y gritò durante horas, hasta que perdió la voz y
cayò al suelo sin conocimiento.
Quienes se acercaron vieron con horror còmo
de su cuerpo le escapaban por todos los orificios, y en especial por los oìdos,
la boca y la nariz, gusanos asquerosos y repulsivos.
Huyeron horrrizados.
Los bomberos lo llevaron al hospital màs
cercano, donde pudo establecerse que padecía de sífilis y que las espiroquetas sifilíticas le estaban
comiendo el cerebro.
Trasladado a un
instituto científico, los sabiondos estuvieron en condiciones de declarar a la
prensa:
-El paciente había
pasado por cada una de las tres etapas de la
sífilis: el chancro de la sífilis primaria; la fiebre y dolor de la sífilis
secundaria, y la temida tercera fase: la paresia”.
Tiempo atrás –explicaron- había
estado en una situaciòn de locura
incoherente; pasaba la mayor parte del tiempo agazapado por cualquier rincón y
se bebía su propia orina. Estuvo internado en varias clìnicas…La sífilis
terciaria le había eliminado la inhibición a medida que se iban destruyendo los
tejidos cerebrales, hasta convertirlo en un psicòpata.
Cuando los
habitantes del pueblo se enteraron de lo sucedido, creyeron notar que al
político màs locuaz del lugar le recorrìan por las orejas ciertos gusanos que
se alebrestaban sobre todo en tiempos de campaña electoral.
Tambièn creyeron
verlos desfilar por las orejas del abogado del pueblo y hasta en las del
director del Hospital, y en las de…y en en las de…y en las de…