UNA ARRUGA EN LA ETERNIDAD
Juan Josè Bocaranda E
Mirando con làgrimas la
película, la anciana se vio a sì misma cuarenta años atrás, como una rosa
abierta en plenitud, reflejando la luz que la besaba. Vio còmo el abanico que le ocultaba el rostro, fue descendiendo lentamente…hasta que aparecieron los ojos de la màs hermosa picardìa; luego, la nariz y la boca resplandeciente, que
comenzò a gorjear como ave del cielo una
voce un poco fa...
Viò igualmente còmo girò en torno al piano para desplazarse por el escenario con la
màs esplendorosa gracia femenina, haciendo vibrar el teatro como toda una Venus renacida
en el mar de los encantos.
….
Repitiò numerosas veces la cinta, como aferràndose con desesperación
al imposible de los dias ya muertos…A las siete se la mañana, como siempre,
el ama de llaves entrò a la habitación. No yacìa en la cama sino en la
butaca, frente a la pantalla encendida,
pero sin voz, del televisor. La creyó dormida.
El mèdico que le realizò la autopsia sòlo hallò un corazón
agrietado y roto…Ella –dijo- ha muerto de tristeza al sentir el increíble abismo entre el
esplendor de ayer y la ruina de hoy. Con razòn escribiò en su diario que
el tiempo crea pero también disfruta destruyendo, porque es “cruel e inclemente,
una arruga en la eternidad”.
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