miércoles, 31 de diciembre de 2014

ÀNGELA. Juan Josè Bocaranda E



ÀNGELA
 Juan Josè Bocaranda E


Aquella anciana que una noche muriò de tristeza mirando por enésima vez la película de sus lejanos momentos de diva esplendorosa, llegó al País del Bien y de la Luz. Paseò con embeleso por los  jardines y se detuvo en una fuente, para acariciar el agua que manaba  como un arcoíris del corazón de Dios. Allì vio el reflejo de su cuerpo en la juventud de sus mejores años, cuando era una flor que estremecía los escenarios con su belleza y con su voz. Venciendo el dolor, la marchitez y la muerte, se había convertido en àngel. Fue entonces cuando comprendió que en el Cielo no hay desperdicio porque en la eternidad no hay arrugas y la belleza renace en la cima de la gloria y el Bien se fortalece.

martes, 23 de diciembre de 2014

EL ABRACITO DEL PAN Y DEL AMOR . Juan Josè Bocaranda E





EL ABRACITO DEL PAN Y DEL AMOR
Juan Josè Bocaranda E

Una plaza blanca, de bordes azules, salpicada de azul. Y en el centro, también azul, una vela que sintetiza todos los años de una larga vida.
Setenta y nueve años puntualmente. Y el abuelo, rodeado de su esposa, hijos y nieto, pica la torta.
Francisco, el nieto, de cinco años, trepado en una silla en medio de los abuelos, extiende los brazos, alborozado, y abarca el cuello de los dos, formando un “monstruo de tres cabezas”. Y aprieta fuerte, muy fuerte…
-Este es el abracito del pan y del amor- dice con voz de notorio sentimiento.
Y grita lleno de alegrìa y se desprende de la silla y queda colgando de los cuellos de ambos abuelos, agobiados por el peso…
-Quiero estarme siempre asì, siempre, y que este abrazo dure tresmilnovecientosmil-doscientos cuarentamil y sietemil-cuatrocientos años…
-¡Ah! –dice el abuelo con los ojos vidriosos de làgrimas- Las delicias espirituales de ser abuelos, algo que no tiene precio-.
-Asì es –responde la abuela, también lacrimosa- Tenìa mucha razón Hilda cuando nos decía: deje que sean abuelos para que sepan què es lo que se siente…Mientras no lo sean, nunca lo sabrán…

-Sì. El abrazo del pan y del amor, el mejor regalo de cumpleaños…

lunes, 22 de diciembre de 2014

LENGUAJE DE DELINCUENTES. Juan Josè Bocaranda E





LENGUAJE DE DELINCUENTES

Juan José Bocaranda E

-Tuerces la ley para tu beneficio como si fueses su dueño. Tus sentencias son un amasijo de falacias, que enfilas, conforme a tu interés, hacia el mejor postor. Y eso es inmoral.

-¡Papá, déjate de los remilgos moralistas de los jueces viejos!. Hoy vivimos otras realidades, distintas a las de tus días de juez.

-La Moral no envejece. No es cuestión de tiempo sino de consciencia y de dignidad. El hombre consciente y digno existe en todas las épocas, porque la una y la otra son base y condición de los valores morales y espirituales.

-Yo me someto al libre albedrío, y punto. Lo demás no cuenta para mí.

-¡Cómo has cambiado! Tú no eras así. No fue así como te formamos tu madre y yo.

-Sí. Desde que “descubrí” lo conveniente del libre albedrío soy otro.

-Pero, te equivocas. El libre albedrío cabe cuando se trata de la Moral privada, no de la Moral Pública, a la que no tienes derecho de acomodar a tu conveniencia. Porque justamente pertenece a una esfera que está por encima de los intereses particulares.

-¿Podrías explicarme por qué?

-Como individuo, cuando practicas los valores morales, estás propugnando por tu propio desarrollo espiritual. Ese es el fin de la Moral privada. En cambio, como funcionario, tu conducta debe someterse a los dictados de la Moral Pública, que no persigue el desarrollo espiritual del individuo, sino el desarrollo espiritual de la sociedad, del país. Ambos aspectos deben marchar juntos, por razones de coherencia y de integridad moral.

-¡Bah! Simples sutilezas de la gente que se las da  de “pensante” y que se dedica a eso porque le sobra tiempo. Son puras pendejadas.

-¿Pendejadas? ¿Adónde piensas llegar?

-Yo digo lo que un compañero de la Escuela de Derecho, cuando cursábamos segundo año: “lo mío es el billete. Lo demás no me interesa”.

-Qué lamentable. Ya hasta hablas como los delincuentes.



martes, 16 de diciembre de 2014

UNA ARRUGA EN LA ETERNIDAD. Juan Josè Bocaranda E

  


UNA ARRUGA EN LA ETERNIDAD
Juan Josè Bocaranda E

Mirando con  làgrimas la película, la anciana se vio a sì misma cuarenta años atrás, como una rosa abierta en plenitud, reflejando la luz que la besaba. Vio còmo el  abanico  que le ocultaba el  rostro,  fue descendiendo lentamente…hasta que  aparecieron los ojos de la màs hermosa picardìa;  luego, la nariz y la boca resplandeciente, que comenzò a gorjear como ave del cielo una voce un poco fa...

Viò igualmente còmo girò en torno al piano para desplazarse por el escenario con la màs esplendorosa gracia femenina, haciendo  vibrar el teatro como toda una Venus renacida en el mar de los encantos.
….
Repitiò numerosas veces la cinta, como aferràndose con desesperación al imposible de los dias ya muertos…A las siete se la mañana, como siempre, el  ama de llaves entrò a la habitación. No yacìa en la cama sino en la butaca,  frente a la pantalla encendida, pero sin voz, del televisor. La creyó dormida.


El mèdico que le realizò la autopsia sòlo hallò un corazón agrietado y roto…Ella –dijo- ha muerto de tristeza  al sentir el increíble abismo entre el esplendor de ayer y la ruina de hoy. Con razòn escribiò en su diario que el tiempo crea pero también disfruta destruyendo, porque es “cruel e inclemente, una arruga en la eternidad”. 


domingo, 14 de diciembre de 2014

EL DUEÑO DE LAS DOS VACAS. Juan Josè Bocaranda E




EL DUEÑO DE LAS DOS VACAS
Juan Josè Bocaranda E

Froilán Linaza, el único policía del pueblo de “Las Lajas”, era brusco en el trato y excesivamente “suelto” en el decir. Por ello, siempre desubicado, no distinguía en presencia de quién estaba para “hablar como lo hace el pueblo, sin lenguas en el pelo”. Por ejemplo, cuando el Arzobispo, acompañado del Nuncio Apostólico y del gobernador del Estado, visitaron el pueblo, Froilán utilizó un lenguaje procaz, que dejó turulatos a las eminencias, quienes disimularon con carrasperas, mientras se miraban entre sí en silencio.

Froilán vestía uniforme blanco fosforescente y cachucha con luces neón intermitentes. Según el concejal que propuso esta vestimenta, ello contribuiría a disminuir los robos, pues los ladrones verían a la autoridad desde lejos y optarían por abandonar el intento. Además, el agente empuñaba un rolo, precedente de los peligrosos lanzallamas, útil no sòlo para aporrear sino, màs aun, para arrojar chorros de negrohumo maloliente, a una distancia considerable, provocando náuseas y evacuaciones inmediatas al más valiente.

Debido a estas condiciones, Froilán se consideraba el hombre de más poder en el pueblo, y suponía que ello  le daba derecho a tener dos mujeres. a las que trataba como “sus vacas”: la esposa, Julia Totumas, y la concubina, hermana de ésta, María Totumas. Ambas, como él, eran de ese mismo pueblo, donde vivían los tres en la misma casa, por lo que  Froilàn se creìa con derecho a viajar en los dos trenes con el mismo boleto.

Julia, delgada, menuda  y laboriosa.  María, retaca, obesa, de vientre notoriamente distinguido, floja como la que más, quien dormía hasta muy entrada la mañana, desayunaba con voracidad lo que le había preparado la hermana, y se iba a la puerta de la casa a ver pasar moscas, hasta que la llamaban la hora del almuerzo, la del “puntal” y la de la cena,  intercalados todos estos menesteres por las respectivas paradas en la puerta…a ver pasar moscas…Y así por los siglos de los siglos.

Una mañana, Luisa Antonia, la mujer del médico rural, preguntó a Froilàn si era posible que María trabajara en su  casa siquiera medio tiempo, en labores de limpieza. Y él, que tenía sus razones,  le respondió:

-Yo creo que no, señora. Es una mujer muy haragana. No hace sino comer, dormir y pararse todo el día en la puerta de la casa…a ver pasar  moscas. De todas maneras, hable con ella.

Cuando Luisa le hizo la propuesta, María le respondió:

-No puedo. Todas las tardes, cuando Froilán viene del trabajo, me encuentra parada en la puerta (viendo pasar moscas) y me regaña “!Epa, María, no trabaje tanto! Es que  me tiene mucha consideración...Por eso no puedo trabajar, para que no se disguste.

Luisa, bastante ingenua, le comentó a Froilán:

-Debe ser que María sufre mucho debido al embarazo, y por eso no puede trabajar.

-¡Cuál embarazo?

-¿No está embarazada? Por la barriga que tiene, debe estar a punto de dar a luz…Por eso se siente cansada…

-¡Ja,ja,ja! ¡!!¿Embarazada!?! ¡Será de manteca…!

-Estoy segura, señor Froilán. Yo sè mucho de esas cosas. Aquì donde Usted me ve, comencé a estudiar Obstetricia en Lovaina…Sòlo con un vistazo puedo percibir si el rìo entrò en el conuco…Marìa està embarazada. Se lo aseguro…


 -¡Claro que no, señora! No sea porfiada. ¿Me lo va a decir a mí, que soy el dueño de mis “vacas” y quien las conoce, las cuida y las ordeña?

viernes, 12 de diciembre de 2014

AQUÌ EN LAS TROJAS. Juan Josè Bocaranda E




AQUÌ EN LAS TROJAS
Juan Josè Bocaranda E

"Desvivo" en soledad  desde hace varios años.
Me oprimen los chillidos de los pàjaros  cuando, al borde de la tarde, regresan a sus nidos en busca del sueño, porque me anuncian la noche inminente. Me amenazan con sus dientes y sus ojos profundos, las sombras que despliegan sus primeras cortinas. Me advierten las luciérnagas que zigzaguean sobre el telòn oscuro del follaje.

Me preparo para cuando los fantasmas se den a mostrar sus formas deformes y medrosas. Porque aquí en Las Trojas, donde las casas yacen a grandes distancias, como divorciadas por la enemistad, todas las noches traen los mismos fantasmas: el tiempo que rueda como rìo de piedras triturando recuerdos; el chirrido mohoso de bisagras antiguas que taladra el cerebro en busca del corazón; el clamor de lobos de los perros sin sueño que dialogan lejanos; el crepitar de las rocas que se desembarazan del calor del dìa; el bostezo de las oquedades donde la neblina discurre con  su tardo paseo hasta que la disipe el sol; el misterio de la alta madrugada cuando el silencio tanto pesa y duele tanto.

En la noche de Las Trojas deambulan muchos fantasmas. El màs feroz e inclemente es la soledad.


lunes, 1 de diciembre de 2014

LA MANCHA. Juan Josè Bocaranda E






LA MANCHA
Juan Josè Bocaranda E.

Despuès de varios meses de trabajo intenso, un pintor concluyò la obra. Era un hermoso cuadro al òleo, de amplias dimensiones, que aludìa a los orígenes de la humanidad. 

Al taller acudió un hipercrítico de arte, premunido de ínfulas numerosas, quien le fue señalando las diversas “inconveniencias” que generarìa la obra,  pues directa e indirectamente, tocaba asuntos “un tanto delicados”, que conforme a su dogma respectivo podrían cuestionar los cofrades de las diversas sectas de la comunidad.

Temeroso de caer en desprestigio y hasta de ser objeto de repulsa social, en circunstancias que también podrían ocasionarle grave menoscabo pecuniario, el pintor fue suprimiendo un elemento tras otro. Quito esto –se decía a sì mismo- porque puede ofender la mèdula màs profunda de los metafísicos. Y esto porque podría alejar a los católicos màs fervorosos. Y èste porque  causarìa alarma a los miembros de la Iglesia de las Siete Bondades; y èste, a los Sacrosantos Vociferantes del Desierto; y èste a los Hermanos de la Pèrgola Bendita; y èste, a las Santas Hermanas de la Caridad Pudenda….

Cuando terminò la tarea del exterminio, viò còmo sòlo quedò en el lienzo lo que èl llamò “una mancha de su pintura y de su esfuerzo artìstico”. Pero un amigo lo sacò del engaño:
-No. No es pintura. Sòlo es la cagada de una mosca…


domingo, 23 de noviembre de 2014

"CIUDAD CORCOVA". Juan Josè Bocaranda E









“CIUDAD CORCOVA
Juan Josè Bocaranda E

Temerosos de que los atracaran y les arrebataran la joroba,  los jorobados decidieron fundar su propia ciudad que, claro está, sólo podía ser habitada por jorobados. Nació, así, “Ciudad Dromedaria” que algunos llamaban, simplemente, “La Dromedaria” y no pocos “La Corcovada”.

Tener una quinta o mansión en “La Dromedaria” otorgaba cachè y acrecentaba prestigio. Por ello los  nuevosricos viajaban al extranjero para implantarse brillantes jorobas,   con el mismo afán de novelerìa que animaba a las mujeres a sustituirse modestas copitas fipo frinè, por copones abundandantes como de vaconas holandesas.

“La Dromedaria”se anunciaba desde muy lejos porque la gran muralla estaba coronada, entre dos almenas y frente al puente levadizo, por una joroba descomunal, de hormigón armado, pintada con llamativos colores.

Durante la noche, la joroba-símbolo, fosforescente, se destacaba como  seria advertencia para los merodeadores, muchos de los cuales desaparecìan para siempre y sin dejar rastro.

Por las avenidas superiores de la muralla patrullaban las moto-jorobas,  de férrea disciplina militar y acendrado celo patriòtico.

El acceso a la ciudad estaba constituido por una sola puerta, custodiada por un ejército de samuráis jorobados, que sabían utilizar la joroba para propinar martillazos mortales.

Como la cosa prometía, algunos extraños se colocaban jorobas de plástico, pero eran descubiertos y castigados con penas cuadruplicadas, como lo merecen todos los tramposos, jorobados o no. Otros, más decididos, se practicaban costosas operaciones quirúrgicas para que les incorporaran las jorobas dejadas por los difuntos, si es que las dejaban, pues muchos estaban tan apegados a ellas, que se las llevaban al otro mundo para seguir con la buena suerte.

Para recibir el título universitario en Ciudad Corcova, era requisito indispensable que la joroba satisficiera exigencias mínimas de dimensión y elegancia, por lo cual en el acto de graduación se utilizaban togas escotadas que permitieran ver desnudas, a lo lejos, las jorobas lustrosas y felices, para complacencia y gozo de todos los presentes.

Para ser funcionario de carrera, era indispensable  cumplir con exigencias muy, pero muy especiales, relativas a las jorobas, cuyas características eran señaladas en manuales ultrasecretos que sólo “los privilegiados de la corcova” podían manejar.

Hubo una época en que por cuestiones de elegancia establecidas en los protocolos internacionales, se exigió a los graduandos proporción específica entre el volumen de  la joroba,  el volumen de la barriga y el volumen del nalgatorio. Pero, como no había suficientes nalgudos –aunque sí muchos barrigones- se dejó de lado esta meticulosidad antidemocrática.

En los “tribunales de la Corcova” los jueces medían los casos, no por razones, sino por torceduras. Por supuesto, la justicia también era jorobada. Es más: para todos ellos lo recto repugnaba, por esencia, a la razón. Y la razón les decía que  la rectitud estaba en la joroba, así como los sabiondos de la “Matemàtica Corcovada” afirmaban que la distancia más corta entre dos puntos era la joroba.

La alegoría de la justicia también fue modificada: la tradicional representación romana, en una señora tuerta y obesa, con una balanza en la mano izquierda y una espada en la derecha, sosteniéndose milagrosamente los fustanes,  fue reemplazada por la figura de una Miss moderna, hermosa, ligera de ropa, con amplia y brillante sonrisa, y con una joroba descomunal y digna, que contribuía a resaltarle la belleza.

Por otra parte, era de ver y de admirar  a los siempre interesados estudiantes de Derecho, en prosternación servil ante jueces y profesores cargados de jorobas bursátiles, a quienes prometìan emular en sobajamientos protocolares y diplomàticos.

Una escribiente, estudiante de Derecho, escondía los expedientes en el extremo sur de la joroba, hecho que, desde ya, le generaba cuantiosos emolumentos.

La corrupción, la perversión, la injusticia, la traición y muchas otras virtudes democráticas, se sembraron y se extendieron como una enredadera fatal en La Corcova.

Una noche, una enorme y furiosa tormenta de arena dejó sepultada para siempre la ciudad de los jorobados, bajo cuyas cenizas yacen hoy los cadáveres de sus habitantes en las posiciones màs abyectas e inverosímiles. Entre el polvo sobresale  una parte de la joroba de hormigón que una vez fuera el orgullo de los jorobados, yo uno de ellos…






jueves, 16 de octubre de 2014

REQUETEJOTÀDIDO. Juan Josè Bocaranda E




RÈQUETEJOTÀDIDO
       Juan Josè Bocaranda E

Cuando Rufino Layres ingresò como profesor de Derecho en la Universidad de…, uno de sus mayores enemigos gratuitos fue el pomposo doctor Belarmino Balarte, quien quiso humillarlo. Para realizar este nefando plan, “comisionò” a una muchacha alumna de ambos, quien interrumpió la clase un dìa y preguntò a Layres, en voz alta, si tenía postgrado y cuàl era èste. Sin inmutarse, Layres le respondiò:
-No. No tengo ni dos minutos de postgrado en toda mi vida
-¿Por què?
-Porque no me hace falta.
La muchacha corrió hacia el inquinoso para darle a conocer la respuesta. De ahì en adelante, la rabia gratuita  contra de Layres se transformò en odio evidente. Entonces se abocò a la tarea de desprestigiarlo ante colegas, jueces y estudiantes, “porque no tenía postgrado”.
Dos años después, por cosas del destino, Layres fue nombrado Asistente de la Sala de Casaciòn Penal de la Corte Suprema de Justicia. Era el segundo de a bordo del despacho; el tercer nivel lo ocupaban los abogados auxiliares.
Layres estuvo vapuleando a Balarte durante doce largos años, hasta que se jubilò, y eso que Balarte presumìa de excelente casacionista. Era muy solicitado para la formulación del recurso. Sin embargo, no ganó ni un solo caso en ese despacho, mientras Layres estuvo allì, pues como Asistente èra  èste quien elaboraba las sentencias. El Magistrado lo que hacìa era firmarlas.
La técnica de Balarte en la formulación del recurso era sumamente compleja y enrevesada, pues descomponía cada denuncia, de forma o de fondo, en dos, tres o cuatro subargumentos, para complicar las cosas y vencer por cansancio. Pero, no pudo con Layres, quien lo dominò punto a punto y sin que ni el Magistrado ni la Sala le tachasen ni una sola coma a los proyectos de sentencia elaborados por èl.
-Asì se tapa la geta  a los pajudos: con hechos, no con palabras- dijo Layres- …Los postgrados no valen por sì solos…Hace falta algo màs, pero no voy a decir què…
Por eso lo tuve rèquetejotàdido durante doce años…A mì nadie me... "acompleja"…



sábado, 4 de octubre de 2014

LOS AMIGOS. Juan Josè Bocaranda E




LOS AMIGOS
Juan Josè Bocaranda E

-¡Amigo Bermùdez!
-Sì, amigo Orellano
-¿Por què decidió venirse para la capital y dejar de vender huevos en el mercado de San Cristòbal?
-Està muy equivocado. Quien siempre ha vendido huevos en el mercado ha sido su señora madre, amigo Orellano.
……
Otro dìa:
-¡Amigo Bermùdez!
-Sí, amigo Orellano
-Usted y yo comenzamos a estudiar Derecho en esta Universidad hace cuatro años. Yo voy por cuarto año, mientras que Usted no ha pasado de segundo. ¿Por què no se dedica a otra cosa?
-Sì, amigo Orellano. La ciencia jurídica supera mis escasos alcances intelectuales. Para llegar a medioconocer lo que es la ciencia del Derecho es preciso ser todo un Einstein. Por eso proyecto tomar un pequeño curso de reposterìa, para hacer tortas como su señora madre…
….
Otro dìa:
-¡Amigo Bermùdez!
-Sí, amigo Orellano
-¿Què piensa hacer cuando se gradùe de abogado?
-No lo sè todavía, amigo Orellano
-¿Por què no se va ejercer la profesión en Periquea, mi pueblo?
-¿Què podrè hacer yo en ese cagadero de mulas, amigo Orellano?
….
Otro dìa, muchos años despuès:
-¡Amigo Bermùdez, què agradable sorpresa!
-Sí, amigo Orellano
-¿Què hace, amigo Bermùdez?
-Estoy disfrutando de mi jubilación, en el Ministerio de Sanidad, amigo  Orellano
-¿Què? ¿Estuvo fumigando mosquitos de la malaria durante tantos años?
-No, amigo Orellano. Fui consultor jurídico del Ministerio. ¿Y Ud. què hace?
-Ando por ahì, como se dice…
-Ah. Entonces anda “pelando”…Asì terminan los mal intencionados, amigo Orellano…

jueves, 25 de septiembre de 2014

BONDADOSA. Juan Josè Bocaranda E



BONDADOSA
Juan Josè Bocaranda E

Estrenò el nombre cuando Dios ungió los nombres el dìa de la Creaciòn…Porque la satura el bien con sus esencias: buena en el pensar, buena en el decir,  buena en el obrar.

¡Allí viene Bondadosa! – gritan alegres los ecos de la casa, desde que amanecen sus  caminos. Y gritan también, con saltos de contento, las aves y los jardines.

¡Va pasando Bondadosa¡- alertan los vecinos, y todos salen a ventanas y puertas, saludándola con sus pañuelos y gorras, como cuando pasa el sol .

 “!Bondadosa, Bondadosa, danos un poco de tu bien¡”- gritan los niños, deteniendo la carrera de sus juegos y apresuràndose a su encuentro. Reparte entre todos, caramelos y panes del bien, de su cesta de mimbre siempre llena, donde el amor se reproduce y multiplica,  a la luz calurosa de sus manos. Y ella, con ese su aire especial, mezcla de mansedumbre, desprendimiento, amor y dignidad.

Va pasando. Y, sonriente, entrega a los caminantes, rosas, crisantemos y claveles, dalias, hortensias y begonias. Y muchos perfumes.

Lanza al viento los girasoles cultivados en sus predios,  y con gracia de maga los hace girar para que girando esparzan las semillas del bien, multiplicadas en luz como luciérnagas.

Y el bien, desmenuzado en mariposas, se queda ondeando en el aire unos instantes, hasta que cada mariposa vuela a su destino, llevando besos del bien, como Bondadosa desea.

¡Es dulce y hermosa! ¡Y atrae el bien, el amor y la paz! ¡Y la buena suerte, porque es una mabruzca natural!.- dicen  quienes la ven pasar con donaire y dignidad.


¡Bondadosa, Bondadosa! ¡Si lo sabré yo!

viernes, 19 de septiembre de 2014

ATRACOS Y DESATRACOS. Juan Josè Bocaranda E




ATRACOS Y DESATRACOS
Juan Josè Bocaranda E

Bajo la amenaza de una pistola,  la muchacha entrega al delincuente el dinero, el reloj, los anillos y los pendientes, y cuando vè còmo el sujeto se aleja,  le grita:

 -¡Ey! Pero, ¿què pasa? ¿Se va a marchar sin violarme?

El sujeto le responde que no tiene tiempo “para eso”.

Ella queda aplastada por un Etna de profundos complejos y se somete a un desfile de psicólogos, con  la síntesis de su  problema: “es una mujer tan poco atractiva,  que ni siquiera removió la libido de un ladròn de caminos”.


Comenzò a sentir cierto alivio a partir del dìa en que inaugurò un programa de televisión dirigido a que las mujeres se protejan de los des-atracadores.

martes, 16 de septiembre de 2014

SANTO REMEDIO. Juan Josè Bocaranda E




SANTO REMEDIO
Juan Josè Bocaranda E.

Nadie sabia por què  Rosa  las tomaba por visitar a su hija Hercilia en horas del medio dia, justamente cuando el sol martillaba su yunque con màs fuerza.
Desde el Parque Central, sumando sudores, recorrìa unas cuantas calles a grandes zancadas, con su silueta alta y gordinflona.
Cuando hacìa aquel recorrido, parecìa no sentir el sol ni la fatiga, sumida en sus pensamientos, siempre los mismos y siempre “negros”.
¡Ah! ¡Maldita sea! Tener que llevarle el almuerzo a su hija y a sus cuatro muchachos sòlo para que en realidad se lo engulla el sinvergüenza del Alejandro, que no hace sino engordar y maltratar, y quien jamàs ha trabajado en sus cuarenta y cinco años de mala vida…Còmo ella y su esposo, ya fallecido, habían tenido que comprarles todo, todo, para el hogar, desde los muebles de dormitorio hasta el comedor y la vajilla y los cubiertos…
Lo peor de lo peor: Hercilia parecía un cargamento de moretones, maltrecha  por causa de las palizas frecuentes que “el malentretenido” le asentaba aun en presencia de los niños. Y pensar que tenía miedo de denunciarlo. Era capaz de matarla y de inventar, (como el “cuentista” frustrado que había sido), una patraña donde èl resultarìa la vìctima de “una mujer ofensiva y grosera”, de cuya  ira  “había tenido que defenderse para que no lo asesinara…etc…etc…”
¡Maldito! ¡Pero, vas a ver...!-  repitió mil veces para sus adentros, mientras asìa con màs fuerza la bolsa donde llevaba el almuerzo…
Esa tarde llegó con una noticia: la tìa Luisa estaba enferma y debían ir a visitarla, “pero ya”… Como Alejandro "jamàs estaba para cuidar muchachos”, los llevarìan con ellas.
El almuerzo quedó, humeante y atractivo, sobre la mesa del comedor. Seguramente Alejandro lo devorarìa a todo dar, como siempre.
Regresaron horas màs tarde. Alejandrò yacìa de bruces, entre la nevera y la mesa del comedor. Algunas moscas circulaban sobre su cabeza. De la boca entreabierta se escapaba un chorro verdinegro y viscoso. Ya comenzaba a despedir el hedor caracterìstico de los muertos, en “la Ciudad-horno”, donde la muerte cuece  su pan apresuradamente.

Cuando Rosa medio-viò el cadáver, no pudo evitar una sonrisa que se le arrinconò en la comisura izquierda de los labios…Santo remedio- pensó…