EL DUEÑO DE LAS DOS VACAS
Juan Josè Bocaranda E
Froilán Linaza, el único policía del pueblo de “Las
Lajas”, era brusco en el trato y excesivamente “suelto” en el decir. Por ello,
siempre desubicado, no distinguía en presencia de quién estaba para “hablar
como lo hace el pueblo, sin lenguas en el pelo”. Por ejemplo, cuando el
Arzobispo, acompañado del Nuncio Apostólico y del gobernador del Estado,
visitaron el pueblo, Froilán utilizó un lenguaje procaz, que dejó turulatos a
las eminencias, quienes disimularon con carrasperas, mientras se miraban entre
sí en silencio.
Froilán vestía uniforme blanco fosforescente y
cachucha con luces neón intermitentes. Según el concejal que propuso esta
vestimenta, ello contribuiría a disminuir los robos, pues los ladrones verían a
la autoridad desde lejos y optarían por abandonar el intento. Además, el agente
empuñaba un rolo, precedente de los peligrosos lanzallamas, útil no sòlo para aporrear
sino, màs aun, para arrojar chorros de negrohumo maloliente, a una distancia
considerable, provocando náuseas y evacuaciones inmediatas al más valiente.
Debido a estas condiciones, Froilán se consideraba el
hombre de más poder en el pueblo, y suponía que ello le daba derecho a tener dos mujeres. a las
que trataba como “sus vacas”: la esposa, Julia Totumas, y la concubina, hermana
de ésta, María Totumas. Ambas, como él, eran de ese mismo pueblo, donde vivían
los tres en la misma casa, por lo que Froilàn se creìa con derecho a viajar en los
dos trenes con el mismo boleto.
Julia, delgada, menuda
y laboriosa. María, retaca,
obesa, de vientre notoriamente distinguido, floja como la que más, quien dormía
hasta muy entrada la mañana, desayunaba con voracidad lo que le había preparado
la hermana, y se iba a la puerta de la casa a ver pasar moscas, hasta que la
llamaban la hora del almuerzo, la del “puntal” y la de la cena, intercalados todos estos menesteres por las
respectivas paradas en la puerta…a ver pasar moscas…Y así por los siglos de los
siglos.
Una mañana, Luisa Antonia, la mujer del médico rural, preguntó
a Froilàn si era posible que María trabajara en su casa siquiera medio tiempo, en labores de
limpieza. Y él, que tenía sus razones,
le respondió:
-Yo creo que no, señora. Es una mujer muy haragana. No
hace sino comer, dormir y pararse todo el día en la puerta de la casa…a ver
pasar moscas. De todas maneras, hable
con ella.
Cuando Luisa le hizo la propuesta, María le respondió:
-No puedo. Todas las tardes, cuando Froilán viene del
trabajo, me encuentra parada en la puerta (viendo pasar moscas) y me regaña
“!Epa, María, no trabaje tanto! Es que
me tiene mucha consideración...Por eso no puedo trabajar, para que no se
disguste.
Luisa, bastante ingenua, le comentó a Froilán:
-Debe ser que María sufre mucho debido al embarazo, y
por eso no puede trabajar.
-¡Cuál embarazo?
-¿No está embarazada? Por la barriga que tiene, debe
estar a punto de dar a luz…Por eso se siente cansada…
-¡Ja,ja,ja! ¡!!¿Embarazada!?! ¡Será de manteca…!
-Estoy segura, señor Froilán. Yo sè mucho de esas
cosas. Aquì donde Usted me ve, comencé a estudiar Obstetricia en Lovaina…Sòlo
con un vistazo puedo percibir si el rìo entrò en el conuco…Marìa està
embarazada. Se lo aseguro…
-¡Claro que no,
señora! No sea porfiada. ¿Me lo va a decir a mí, que soy el dueño de mis
“vacas” y quien las conoce, las cuida y las ordeña?