viernes, 27 de septiembre de 2013

EL CANTO DE LOS MOMOYES. Juan José Bocaranda E

EL CANTO DE LOS MOMOYES

                                       Juan José Bocaranda E





EL CANTO DE LOS MOMOYES

      Juan José Bocaranda E
Un grupo de amigos me invitó a pasar una tarde de sábado en la Laguna Negra, al norte de Lasilinda, hermoso pueblo de verdor y luz.
Nos divertíamos cantando y departiendo. Un no sé qué me separó del grupo. Y como al llamado de voces recónditas me dejé llevar por un camino sinuoso, bordeado de frailejones. De improviso, sentí como si hubiese traspasado el umbral hacia otro mundo: me encontré en un lugar extraño. Otro era el paisaje. No ya la escasa vegetación de las alturas, sino el follaje de un bosque,  con interrupciones formadas por grandes acumulaciones de rocas, y surcada de acequias y arroyos, ornados de inmensa variedad de flores. Todo, de lo más hermoso, como una suerte de mundo donde la magia florece a cada instante.
Los árboles y las rocas me parecían descomunales. Poco tardé para darme cuenta de que mi estatura se había reducido considerablemente. Y más me convencí de ello cuando salieron a mi encuentro y fui rodeado por seres de tan breve estatura como la mía. Salían de diferentes lugares a mi encuentro, vestidos y ataviados con los más hermosos, frescos y diversos colores que les dispensaba la naturaleza. Me dieron la bienvenida con  canciones que mi imaginación jamás hubiese podido concebir, tiernas, sentidas, arrancadas de la savia misma de la naturaleza, que me hicieron vibrar de emoción.
Una comitiva integrada por hombres, mujeres y niños, se colocó frente a mí. El más viejo de ellos me saludó con hermosas palabras, sembradas de sentimiento poético, y me condujo a presencia de su majestad el Rey de los Momoyes, quien, en compañía de la Reina, también me dio la bienvenida.
-Eres mi invitado especial. He querido hacerte partícipe de lo nuestro, como una deferencia para quien ha luchado por nuestro ser nacional, por nuestras costumbres y nuestro folklore, y, principalmente, porque siempre, desde niño, has creído en nuestra existencia… Recuerda cómo jugábamos contigo en la casa de tu abuela, allá, a la orilla de la acequia, a la sombra de bucares, naranjos, guayabos y  pomarrosos. ¡Ah! ¡Cómo se te llenan los ojos de lágrimas con estos recuerdos! ¿Verdad? Y nosotros, ocultándonos de tu abuelita, para no causarte problemas. Porque era demasiado fanática con sus creencias religiosas, y no te hubiera permitido jamás regresar al patio a jugar, si nos hubiese visto…
Cesó de hablar sobre el tema…
Acto seguido, ordenó dar inicio a la celebración del “Día de la Identidad Nacional de los Momoyes”.
El escenario era perfecto. Frente a una hermosa cascada, encontré ubicados los asientos del Rey, de la Reina y de su cuerpo oficial. Todo primorosamente ordenado, con la insustituible colaboración de las hadas, de la ondinas y de las sílfides, quienes había aseado minuciosamente la selva y dispuesto la ubicación de las rocas, de las pequeñas lajas de los pozos, de los hilos de agua donde se reflejaba el sol, de los chorros bulliciosos, y  la ubicación precisa y hermosa de las flores, los helechos y los musgos.
A una señal del Rey, se impone el silencio, y el orfeón de los momoys, hermosamente ataviado de claveles, siemprevivas y flores, se dispone a cantar un canto que remueve las emociones ancestrales de la selva: “Tasso latricca cositomo lantissilla”.
Es el “Canto a la Vida y la Esperanza”,  suerte de himno de la nación momoy y, al mismo tiempo, una especie canto gozoso  por la paz y el amor a la naturaleza.
“!Arriba, hermanos!, este canto a la Vida y la Esperanza. La naturaleza  convoca a  nuestros corazones ardientes. Somos los guardianes de las aguas, para que  brille la hermosura de las fuentes,  y la naturaleza, nuestra madre, viva feliz  y nos sonría. Hacemos respetar las leyes de la vida. Los árboles, la yerba, los musgos, los líquenes, las  piedras  y la arena, son nuestros amigos. Nuestros hijos son felices y juegan con el agua, y la limpian y la pulen  con sus cantos  mientras ríen…Somos libres,  somos puros, vivimos en familia y tenemos gran corazón. Somos los duendes guardianes de las aguas”.
“Tasso latricca cositomo lantissilla,
onaselle lasi lasilinda,
faritta lossi lossi mora
assilatin essa gotississa.
……………..
……………..
Donso milli. denso milli, donso longa,
Tasso latricca cositomo lantissilla”.
Yo me sentí muy complacido. Me despedí de todos con palabras de profundo sentimiento. Y, mientras me alejaba de aquel hermoso lugar, iba flotando a la sordina el melodioso canto a la Vida y la Esperanza, de mis amigos los Momoyes.
Cuando traspasé el umbral en el regreso, me sentí de nuevo en mi mundo. Desanduve el camino bordeado de frailejones y cuando llegué a la Laguna desperté… en mi cama, al lado de mi mujer…!Qué hermoso sueño! Gracias a mis amigos los Momoyes.