EL CANTO DE LOS MOMOYES
Juan José Bocaranda E
EL
CANTO DE LOS MOMOYES
Juan José Bocaranda E
Un grupo de amigos me invitó a pasar una tarde de
sábado en la Laguna Negra, al norte de Lasilinda, hermoso pueblo de verdor y
luz.
Nos divertíamos cantando y departiendo. Un no sé qué
me separó del grupo. Y como al llamado de voces recónditas me dejé llevar por
un camino sinuoso, bordeado de frailejones. De improviso, sentí como si hubiese
traspasado el umbral hacia otro mundo: me encontré en un lugar extraño. Otro
era el paisaje. No ya la escasa vegetación de las alturas, sino el follaje de
un bosque, con interrupciones formadas
por grandes acumulaciones de rocas, y surcada de acequias y arroyos, ornados de
inmensa variedad de flores. Todo, de lo más hermoso, como una suerte de mundo
donde la magia florece a cada instante.
Los árboles y las rocas me parecían descomunales.
Poco tardé para darme cuenta de que mi estatura se había reducido
considerablemente. Y más me convencí de ello cuando salieron a mi encuentro y
fui rodeado por seres de tan breve estatura como la mía. Salían de diferentes
lugares a mi encuentro, vestidos y ataviados con los más hermosos, frescos y
diversos colores que les dispensaba la naturaleza. Me dieron la bienvenida
con canciones que mi imaginación jamás
hubiese podido concebir, tiernas, sentidas, arrancadas de la savia misma de la
naturaleza, que me hicieron vibrar de emoción.
Una comitiva integrada por hombres, mujeres y niños,
se colocó frente a mí. El más viejo de ellos me saludó con hermosas palabras,
sembradas de sentimiento poético, y me condujo a presencia de su majestad el
Rey de los Momoyes, quien, en compañía de la Reina, también me dio la
bienvenida.
-Eres mi invitado especial. He querido hacerte partícipe
de lo nuestro, como una deferencia para quien ha luchado por nuestro ser
nacional, por nuestras costumbres y nuestro folklore, y, principalmente, porque
siempre, desde niño, has creído en nuestra existencia… Recuerda cómo jugábamos
contigo en la casa de tu abuela, allá, a la orilla de la acequia, a la sombra
de bucares, naranjos, guayabos y
pomarrosos. ¡Ah! ¡Cómo se te llenan los ojos de lágrimas con estos
recuerdos! ¿Verdad? Y nosotros, ocultándonos de tu abuelita, para no causarte
problemas. Porque era demasiado fanática con sus creencias religiosas, y no te
hubiera permitido jamás regresar al patio a jugar, si nos hubiese visto…
Cesó de hablar sobre el tema…
Acto seguido, ordenó dar inicio a la celebración del
“Día de la Identidad Nacional de los Momoyes”.
El escenario era perfecto. Frente a una hermosa
cascada, encontré ubicados los asientos del Rey, de la Reina y de su cuerpo
oficial. Todo primorosamente ordenado, con la insustituible colaboración de las
hadas, de la ondinas y de las sílfides, quienes había aseado minuciosamente la
selva y dispuesto la ubicación de las rocas, de las pequeñas lajas de los
pozos, de los hilos de agua donde se reflejaba el sol, de los chorros
bulliciosos, y la ubicación precisa y
hermosa de las flores, los helechos y los musgos.
A una señal del Rey, se impone el silencio, y el orfeón de los momoys,
hermosamente ataviado de claveles, siemprevivas y flores, se dispone a cantar
un canto que remueve las emociones ancestrales de la selva: “Tasso latricca cositomo lantissilla”.
Es el “Canto a la Vida y la Esperanza”,
suerte de himno de la nación momoy y, al mismo tiempo, una especie canto
gozoso por la paz y el amor a la
naturaleza.
“!Arriba, hermanos!, este canto a la Vida y la Esperanza. La
naturaleza convoca a nuestros corazones ardientes. Somos los
guardianes de las aguas, para que brille la hermosura de las fuentes, y la naturaleza, nuestra madre, viva
feliz y nos sonría. Hacemos respetar las
leyes de la vida. Los árboles, la yerba, los musgos, los líquenes, las piedras
y la arena, son nuestros amigos. Nuestros hijos son felices y juegan con
el agua, y la limpian y la pulen con sus
cantos mientras ríen…Somos libres, somos puros, vivimos en familia y tenemos
gran corazón. Somos los duendes guardianes de las aguas”.
“Tasso latricca cositomo
lantissilla,
onaselle lasi lasilinda,
faritta lossi lossi mora
assilatin essa gotississa.
……………..
……………..
Donso milli. denso milli, donso
longa,
Tasso latricca cositomo
lantissilla”.
Yo me sentí muy complacido. Me despedí de todos con palabras de profundo
sentimiento. Y, mientras me alejaba de aquel hermoso lugar, iba flotando a la
sordina el melodioso canto a la Vida y la Esperanza, de mis amigos los Momoyes.
Cuando traspasé el umbral en el regreso, me sentí de nuevo en mi mundo.
Desanduve el camino bordeado de frailejones y cuando llegué a la Laguna
desperté… en mi cama, al lado de mi mujer…!Qué hermoso sueño! Gracias a mis
amigos los Momoyes.
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